Pierre Teilhard de Chardin |
En un
artículo anterior, hablando de la inteligencia, mencioné que existen cuatro
teorías filosóficas incompatibles entre sí, que tratan de explicar el fenómeno
de la consciencia humana. Las resumo brevemente aquí:
1. Monismo reduccionista o funcionalismo biológico:
la mente está totalmente determinada por el cerebro, y este por la red de
neuronas que lo constituye. El pensamiento humano es un epifenómeno. La
libertad de elección es una ilusión. Somos máquinas programadas.
2. Monismo emergentista:
la mente es un producto evolutivo emergente con auto-organización, que ha
surgido como sistema complejo a partir de sistemas más simples formados por las
neuronas. Algunos sostienen que las estructuras subyacentes no pueden
determinar por completo la evolución de los fenómenos mentales, pero que estos
sí pueden influir sobre aquellas.
3. Dualismo neurofisiológico:
la mente y el cerebro son diferentes, pero están tan íntimamente unidos que
llegan a constituir una unidad, son dos estados complementarios y únicos de un
mismo organismo.
4. Dualismo metafísico:
la mente y el cerebro son dos realidades diferentes. La primera es una
sustancia espiritual y no espacial, capaz de interaccionar con el cerebro, que
es material y espacial. Ambas entidades pueden existir independientemente la
una de la otra, aunque el cuerpo sin la mente acaba por descomponerse.
El problema es que muchos
investigadores se adscriben a una de estas filosofías sin ser conscientes de
que son eso, filosofías; de que la ciencia no puede distinguir entre ellas; y
no se dan cuenta de que, desde el punto de vista científico, se trata de
prejuicios que ellos llevan a sus trabajos. No sólo eso, sino que confunden sus
ideas preconcebidas con la ciencia, y llegan a decir que la ciencia
dice que... y a continuación citan sus prejuicios filosóficos.
Esto es bastante frecuente.
En un
artículo publicado en 1999 en el volumen 879 de los Anales de la
Academia de Ciencias de Nueva York y titulado Organization and complexity,
Edgar Morin defiende la postura monista emergentista, aduciendo que la
organización interna de los sistemas complejos de todo tipo provoca la
aparición de fenómenos emergentes que no son predecibles desde el nivel
inferior (o sea, arremete contra el monismo reduccionista) con estas palabras:
El todo no
sólo es más que la suma de las partes, sino que la parte del todo es más que la
parte, en virtud del todo.
Para justificarlo, pone como
ejemplo que el neutrón libre tiene una semivida de 885 segundos (menos de 15 minutos),
mientras que cuando está unido con protones y otros neutrones en el núcleo de
un átomo, tiene una duración indefinida. El neutrón introducido en una
organización es, por tanto, más estable y tiene propiedades distintas a las del
neutrón libre.
De igual manera, se enfrenta con
estas otras palabras a las dos posturas dualistas (aunque no las nombra):
La consciencia... es el producto supremo y más rico del
intelecto humano, y su valor está relacionado con su fragilidad, como todo lo
mejor y más precioso que tenemos: el amor, el entendimiento, las virtudes
primarias, el alma y el espíritu... y por esto no pueden sobrevivir a la
muerte, que es la desintegración del todo y la dispersión de sus partes.
O sea, que el alma y el espíritu
no son más que un fenómeno emergente que depende totalmente de sus partes
constituyentes. Esta es claramente la postura del monismo emergentista.
Pero hay otras. Teilhard de
Chardin, por ejemplo, sostiene que el espíritu, junto
con la materia, es una de las dos componentes fundamentales del universo.
Aunque es imperceptible en la materia inanimada, se vuelve perceptible en los
seres vivos, y dominante en el hombre. Esta es claramente una postura dualista
neurofisiológica, y si esta filosofía fuera cierta, la ciencia no podría decir
nada sobre la verosimilitud o no de la vida después de la muerte, pues al estar
su campo de acción restringido a la materia, el mundo del espíritu queda fuera
de su alcance.
La postura emergentista tiene
otras dificultades, que Morin no menciona. De acuerdo con sus teorías, deberían
ser posibles tres cosas:
·
Explicar el comportamiento emergente
de cada nivel a partir del estudio de la organización compleja de sus componentes
del nivel inferior.
·
Descomponer un objeto de nivel
superior en sus componentes elementales, constatando que las propiedades
emergentes se han perdido.
·
Reconstruir el objeto de nivel
superior a partir de sus componentes elementales, recuperando las propiedades
emergentes.
Las tres acciones posibles no tienen la misma dificultad.
Limitándonos al caso más sencillo, el núcleo del átomo construido a partir de
protones y neutrones, vemos que algunas teorías tratan de explicar su
comportamiento a partir del de sus componentes, pero dichas teorías, que
funcionan muy bien para el núcleo de hidrógeno (naturalmente, pues consta
únicamente de un protón), dejan bastante que desear en cuanto se pasa al
deuterio y a núcleos más pesados. Por eso no se puede hablar de una teoría,
sino de varias: el modelo de la gota líquida y diversos modelos de capas (hay más
de uno).
La segunda
acción, descomponer un objeto en sus partes constituyentes es a veces relativamente
sencilla. En cambio, reconstruirlo suele ser imposible, incluso en los casos
más simples. Si consiguiéramos construir núcleos atómicos a partir de sus
partículas constituyentes, habríamos resuelto el problema de la energía, que no
es otro que el de la fusión nuclear.
Si vamos a
casos más complicados, estamos todavía más lejos. Así, si pensamos en los seres
vivos, incluso los más sencillos, no podemos decir qué es lo que distingue uno
cualquiera de ellos del mismo ser muerto. Y, por supuesto, no podemos construir
un ser vivo, mucho menos un ser humano, a partir de sus elementos
constituyentes (biología sintética). Todavía no.
Científicamente hablando, todo este asunto está muy verde.
Hilo Filosofía y Lógica: Anterior Siguiente
Manuel Alfonseca
Creo, que el Profesor Alfonseca tiene razón la ciencia se está convirtiendo en una filosofía. En el último artículo, que estuve leyendo Chesterton en "Nueva Jerusalén" acusó a la ciencia del siglo XX de hacerse irracional. Con todo eso sería mejor que convertirse en un club de sofistas. Sólo espero, que se haga ciencia con conciencia, y que los nuevos descubrimientos sean utilizados sabiamente, como hubiera dicho Dumbledore en Harry Potter.
ResponderEliminarFelicidades como siempre por este nuevo articulo, y coincido con usted y el Sr. Fonch que la filosofia se esta vendiendo como ciencia.
ResponderEliminarEn varios foros he visto hablar de teorias que entran en el campo de la metafisica como si fueran ciencia. Como si la ciencia sea la respuesta a todas las preguntas. Sin embargo creo que en el ambito cientifico se empieza a abandonar el materialismo filosófico y se empiezan a ampliar las fronteras del razonamiento.