Oswald Spengler |
Se van
a cumplir cien años desde la publicación en 1918 del primer volumen del libro La Decadencia de Occidente, de Oswald Spengler. El segundo volumen se publicó cinco
años después, en 1923. En este libro se planteó por primera vez la idea de que
nuestra afamada civilización Occidental está en decadencia. ¿Qué podemos decir
al respecto cien años después?
El
gran historiador del siglo XX, Arnold J. Toynbee, coincidió con Spengler en su
idea fundamental, aunque no en los detalles. Para Toynbee, la civilización Occidental entró en colapso en el siglo XX, cuando las dos guerras mundiales
mostraron su incapacidad para seguir enfrentándose a nuevos desafíos. Claro es
que, para Toynbee, el colapso de una civilización no significa su desaparición,
ni siquiera la preludia. Todavía tendríamos por delante –según él- unos cuantos
siglos de lo que Toynbee llama Imperio Universal, ligados, eso sí,
a cierto estancamiento cultural.
Lo
primero que tenemos que reconocer es que, si Spengler logró detectar la
decadencia de nuestra civilización, eso significa que dicha decadencia había empezado mucho antes. Los movimientos evolutivos, tanto los biológicos como
los culturales, son imperceptibles al principio. Cuando se hacen visibles,
están ya muy avanzados en su desarrollo.
Arnold J. Toynbee |
En un
artículo de mi blog (El
mito de la Ilustración) expliqué que en la
primera mitad del siglo XVIII se produjo en todo Occidente un descenso cultural
importante, un bajón en los avances
científicos, literarios y artísticos de los dos siglos anteriores. Señalé
también que una de las figuras supuestamente importantes de esta época (llamada
por quienes la vivieron con el pomposo nombre de Ilustración) fue el
filósofo inglés David Hume, padre del escepticismo. Sus teorías filosóficas,
basadas en la negación de la posibilidad del conocimiento de la verdad, pueden
considerarse responsables de la decadencia fulminante que experimentó la
filosofía a partir de mediados del siglo XIX, que se ha extendido a la ciencia
desde mediados del siglo XX.
La
decadencia de Occidente ha alcanzado hoy un estado muy avanzado, muy superior al que tenía en tiempos de Spengler. Si
hacia 1920 las artes plásticas occidentales se estaban disolviendo en un
conglomerado de ismos, con un número de escuelas artísticas casi igual al de practicantes, la música occidental
puede considerarse prácticamente muerta desde hace medio siglo. Incluso el
cine, la más moderna de las artes, propia en exclusiva de nuestra civilización,
después de una corta época de oro que abarcó poco más de un cuarto de siglo,
entró en colapso hacia 1965. A partir de esa fecha, el cine ha perdido
originalidad y se apoya casi en exclusiva en remakes de éxitos
anteriores, sagas galácticas y adaptaciones de obras literarias, modernas o
antiguas.
¿Qué
podemos decir de la ciencia? En
artículos anteriores he mencionado que está perdiendo muy deprisa el
contacto con la realidad. La física, la reina de las ciencias experimentales,
está en franca decadencia. Cuando esta corriente alcance a la biología, la
ciencia que más ha avanzado durante el siglo XX, todo el desarrollo científico
de nuestra civilización habrá llegado a su fin. Algunos datos cuantitativos
proporcionan indicios significativos de que esta tendencia es real, de que no
se trata de simples prejuicios pesimistas.
En un
libro reciente (Evolución
biológica y cultural en la historia de la vida y del hombre) he tratado de detectar la causa de la decadencia. Creo
que hay razones suficientes para afirmar que nuestra decadencia es paralela con
el auge del ateísmo, que empezó con la Ilustración, se extendió a la filosofía
en el siglo XIX, provocando la muerte de esta disciplina (al menos, eso afirmó
Karl Marx en los Manuscritos) y desde mediados del siglo XX ha invadido la sociedad
entera.
La
ciencia básica, menos contaminada por esta tendencia, pues no tiene nada que
decir en cuestiones religiosas, ha permanecido alejada de la decadencia durante
más tiempo, pero la invasión por el ateísmo del entorno social amenaza con
poner punto final a su desarrollo. Sólo la ciencia aplicada (es decir, la
tecnología) mantiene aún la inercia de su avance en los siglos anteriores.
En
resumen: la decadencia de Occidente, señalada por Spengler hace un siglo
en un libro que provocó una fuerte polémica, es hoy indiscutible. Sólo
nos queda la duda de cuánto tiempo podremos mantenernos en esta situación.
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Manuel Alfonseca
Publicado el 11 de
enero de 2018 en El
Debate de Hoy
Pues sí, parece que todavía no hemos tocado fondo...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con el Profesor Alfonseca en todo lo que suscribe. A lo que él añade yo citaría el nefasto influjo causado por los terribles años 60 del siglo pasado, que han agravado la crisis. A parte de lo que dicen Spengler, y Toynbee yo apunto lo que dice Will Durant, que las civilizaciones perecen desde el interior. El profesor Alfonseca, pero podría haber apuntado a Maquiavelo que enalteció la amoralidad, o Hobbes, que saco a Dios de la ecuación. Igual que Hume, podría haber cogido a Gibbon, que describió un falso paganismo floreciente, y un cristianismo decadente y corruptor. Todo porque quiso ser católico, y papá no le dejó, así que por despecho se hizo francmasón. Sin embargo a partir del siglo XVIII occidente ha optado por distopías cada vez más suicidas, y monstruosas, y desde luego los ataques a la familia, el matrimonio, y la fertilidad serán lo que acabe destruyendo a Europa. No sé quien cogerá el testigo, si el Islam, si China (creo, que no), o la India (que tiene también un gran porcentaje de musulmanes). De todas formas como dijo Goethe empieza un nuevo mundo. La fe es Europa, y Europa es la fe, como dijo Belloc (por olvidar está profecía estamos, como estamos y como apuntáis Pablo, y tú esto no ha hecho nada más que empezar). Felicito al autor por este artículo, y espero con ansia el siguiente.
ResponderEliminar¿Realmente la decadencia es por creer o no creer?
EliminarCompletamente de acuerdo. Hace 30 años disfrutaba con las revistas de investigación. Ahora todos los artículos me parecen "más de lo mismo".
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el artículo
ResponderEliminarExcelente artículo, con el que no puedo estar más de acuerdo.
ResponderEliminarHay un factor adicional que ha acelerado este proceso: la Primera Guerra Mundial, que está cumpliendo un siglo. Esta tremenda matanza, sin parangón en los siglos anteriores, tuvo un profundo efecto en todo lo que vino después. Podemos decir que es sin duda el acontecimiento más importante del siglo XX, y que tanto la Revolución Rusa y la expansión del comunismo, como los fascismos, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, son simples consecuencias directas de ella.
El mundo tal como lo conocemos hoy es heredero de aquella Gran Guerra, que contribuyó de manera decisiva al auge del ateísmo. Por un lado, por el triunfo en muchos lugares del comunismo y sus ideologías satélites, y por otro por la impresión generalizada de que Dios, de existir, nunca debió consentir tamaña carnicería. Esta idea, aunque falsa, se implantó en demasiadas mentes como consecuencia de la Gran Guerra, y el arte y pensamiento posteriores lo reflejan.
Sólo un elemento de reflexión más a aportar a lo señalado brillantemente en este artículo del señor Alfonseca.
En efecto, según Toynbee, el colapso de la civilización occidental puede identificarse con las dos guerras mundiales. Pero hoy estaba celebrando el centenario del libro de Spengler, no del de Toynbee, para el que todavía faltan bastantes años (:-)
EliminarPongo este mensaje en nombre de Felipe Gómez-Pallete:
ResponderEliminarSobre este inquietante asunto, recomiendo esta otra obra :-)
Alfonseca, M., 1979. "Human cultures and evolution". Vantage Press. New York. 136 pp.
Aprovecho la ocasión para compartir estos sentimientos y opiniones: Las dos cabezas más brillantes que he tenido el privilegio de conocer son, por orden de aparición en mi vida, Manuel Alfonseca y Jorge Wagensberg, reciente y prematuramente fallecido.
Ambos tienen rasgos en común: su pasión por la divulgación de la ciencia, la enorme calidad pedagógica de sus escritos y un inteligente sentido del humor. Que Manuel tarde mil años en reunirse con Jorge.
Sirvan estas líneas como homenaje a Jorge, allá donde quiera que se encuentre, y de gratitud a Manuel por la gran labor que desarrolla.
Felipe, el libro que menciono en el artículo ("Evolución biológica y evolución cultural en la historia de la vida y del hombre") es una puesta al día, 40 años después, del que citas tú ("Human cultures & evolution").
EliminarGracias por la propaganda (:-)
Saludos,
ResponderEliminar¿Podrían nombrar otros autores o libros que continúen esta "corriente de pensamiento"? Conozco a Gibbon, Spengler, Toynbee, Berdiayev. También me interesan otros como «El rapto de Europa» de Luis Díez del Corral.
Gracias.
Por ejemplo, el antropólogo Alfred Kroeber ("Configurations of culture growth"), padre de Ursula K. LeGuin, y Pitirim Sorokin ("Social and cultural dynamics"), a quien he citado en otros artículos, como Sobre el orden social.
EliminarSe lo agradezco mucho.
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