Boecio, el tiempo y la eternidad

Manuscrito medieval de
La Consolación de la Filosofía
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Han transcurrido 1500 años desde la muerte de Boecio, pero la efeméride ha pasado desapercibida. Hace un siglo eso no habría ocurrido, pues entonces aún se estudiaba historia. Nuestra época, en cambio, desprecia la historia. Y ya sabemos lo que ocurre a quienes la desprecian, en frase atribuida a George Santayana: quienes no conocen el pasado, están obligados a repetirlo.

Anicio Manlio Severino Boecio fue un político y filósofo del siglo V y VI, que desempeñó cargos importantes en el reino ostrogodo que surgió en Italia poco después de la caída del Imperio Romano de Occidente. En su actividad política, Boecio fue sucesivamente senador, cónsul y consejero del rey ostrogodo Teodorico.

En el año 523, tras denunciar la corrupción del reino ostrogodo, Boecio perdió la confianza de Teodorico, que le hizo encarcelar, acusado de traición. Un año después (en 524) ordenó que fuera torturado y ejecutado. Tenía entonces unos 44 años.

Mientras esperaba la ejecución, Boecio escribió su obra más famosa: Consolación de la filosofía, que durante más de un milenio fue considerada como uno de los libros más influyentes de la filosofía occidental, durante la Edad Media y parte de la Edad Moderna.

En esta obra, que he leído dos veces, Boecio aclara algunos conceptos muy importantes:

  1. Las tentaciones que afectan al hombre y le empujan al mal, pueden clasificarse en unos pocos tipos: a) el placer; b) el poder; c) la riqueza; d) la gloria y e) los honores. Cualquier otra tentación se reduce a una de estas. Cada uno de nosotros se ve atraído en distinto grado por cada una de estas tentaciones, y los seres humanos se pueden clasificar en función de cuál sea su tentación dominante, que puede llegar a imponerse hasta tal punto que elimina prácticamente la atracción de las demás. Boecio explica esta cuestión en el capítulo II del libro III de su obra.
  2. La diferencia entre un tiempo indefinidamente largo y la eternidad. Antes de Boecio, estos dos conceptos se confundían. Para distinguirlos, en el capítulo VI del libro V de su obra, Boecio define la eternidad como la posesión total y perfecta de una vida interminable. En cambio, un mundo en el que el tiempo no tuviera principio ni fin (como creía Aristóteles) no se puede considerar eterno. Las palabras más apropiadas que se le pueden aplicar, en la lengua española, son perpetuo o perdurable. Aquí se puede detectar la influencia de San Agustín, que señaló un siglo antes de Boecio que el tiempo es parte de la creación, y que Dios existe fuera del tiempo.
G.K. Chesterton

1.500 años después de la muerte de Boecio, seguimos cometiendo el mismo error y confundiendo la eternidad con un tiempo sin fin. Baste un ejemplo para demostrarlo. La obra cumbre de G.K. Chesterton (en mi opinión) se titula en inglés The everlasting man, cuya traducción correcta al español es El hombre perdurable. Chesterton (que sin duda había leído a Boecio) utilizó la palabra inglesa apropiada al ponerle título. Pues bien, esta obra ha sido traducida al español con el título erróneo El hombre eterno. No me sorprendería que el responsable de esa traducción no haya leído a Boecio, y si lo ha leído, no ha captado uno de los puntos más importantes de su filosofía.

  1. Boecio aborda a continuación el problema de la predestinación y el libre albedrío, explicándolo precisamente por la diferencia entre tiempo indefinido y eternidad, que acaba de señalar. Es lamentable que más de un milenio más tarde este problema siguiera preocupando a muchos pensadores e incluso haya provocado divisiones en el cristianismo.

Como he dicho en otros artículos, el problema del tiempo es uno de los más importantes que deberíamos resolver. Lo malo es que quienes se lanzan a hacerlo no suelen haber leído a Boecio, por lo que llevan quince siglos de retraso.

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Manuel Alfonseca

8 comentarios:

  1. Interesante entrada, una muestra más del perfil polímata de Manuel Alfonseca.

    Me atrevo a sugerirte que escribas a la Real Academia Española para invitarles a que revisen la voz “perpetuo, tua” en la versión electrónica 23.7 de su Diccionario de la lengua española, que dice así:

    perpetuo, tua
    Del lat. perpetuus.
    1. adj. Que dura y permanece para siempre.
    y ofrece los siguientes sinónimos: perdurable, duradero, imperecedero, perenne, eterno, permanente, inmortal, sempiterno.

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    1. La definición es correcta. Está mal la lista de sinónimos, que no debería incluir la palabra "eterno".

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  2. Exacto, a eso me refiero

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    1. Lo que ocurre es que la Academia no recoge lo que debería ser, sino lo que la gente usa. Y como muchas personas confunden "perpetuo" con "eterno", lo pone en el diccionario. Creo que la Academia ha olvidado alguno de sus tres objetivos iniciales: "limpia, fija y da esplendor", y se fija demasiado en "fija".

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    2. Completamente de acuerdo. Parece que ha olvidado los objetivos de 'limpiar' y 'dar esplendor'.

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  3. Gracias, Manuel, por estas pequeñas dosis de saber que nos regala.

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  4. Lamentablemente, la confusión entre "eterno" y "perpetuo" está extendidísima también entre divulgadores y apologistas católicos.

    Manuel, ¿podrías explicar con un poco más de detalle cómo relaciona Boecio el libre albedrío con el tiempo?

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    1. Para verlo, lo mejor es recordar el segundo mensaje de Fátima:
      La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor… Para impedirla, pediré la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y la comunión reparadora en los primeros sábados. Si hacen lo que les pido, Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia… aunque al final mi Inmaculado Corazón triunfará.

      Dios, desde la eternidad, conoce, no sólo lo que decidiremos hacer libremente en el futuro, sino todos los futuros posibles. Una predicción como la del mensaje nos dice: si hacéis esto, pasará esto; si no lo hacéis, pasará esto otro. Como no lo hicimos, pasó lo que pasó.

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