C.S. Lewis |
Estas
elucubraciones pueden parecer irrelevantes, puesto que no sabemos si existen inteligencias extraterrestres. De hecho, la probabilidad de su existencia es
el 50%, como expliqué en un
artículo anterior, con lo que quiero decir que no sabemos nada, que lo
mismo da tirar una moneda al aire para decidirlo. Sin embargo, algunos teólogos
serios y autores de ciencia-ficción se han planteado esta cuestión, por lo que
no me parece absurdo tratarla aquí.
Jean Jacques Rousseau sostenía que el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad le hace malo. Toda la evidencia de que disponemos le desmiente. Cada vez que se ha intentado corregir esa situación modificando las estructuras sociales, por ejemplo, en la Revolución francesa (que introdujo la guillotina); en la Revolución rusa (que introdujo el Gulag); y en el nacionalsocialismo alemán (que introdujo las cámaras de gas); las cosas han empeorado. Está claro que el hombre está inclinado al mal por naturaleza, aunque también pueda ser capaz de grandes heroísmos. Esa inclinación al mal es consecuencia de lo que llamamos pecado original.
La
cuestión que estamos discutiendo es esta: Concedido que los seres humanos sobre
la Tierra estamos sometidos a los efectos del pecado original, ¿qué se puede
decir sobre hipotéticas inteligencias extraterrestres? ¿Estarán sometidas
también a dicho pecado? ¿O estarán exentas de él? O sea, ¿serán buenas por
naturaleza, o estarán inclinadas al mal como nosotros?
Ante estas preguntas se han propuesto dos respuestas diferentes:
- La situación de la humanidad, aquí en la
Tierra, es un fenómeno puramente local. El pecado original es consecuencia de
algo que ocurrió hace mucho tiempo, entre nuestros lejanos antecesores. Para
las hipotéticas inteligencias extraterrestres podrían haberse dado las tres
posibilidades siguientes:
- Que sus antepasados remotos no hayan sido
sometidos a ninguna prueba y por tanto no hayan caído, por lo que sus
descendientes no estarían sometidos al pecado original. Esta es la situación
de las especies inteligentes que pueblan el planeta Marte en la novela Fuera
del planeta silencioso (Out of the silent planet), de C.S. Lewis. También se aplica a algunas de mis novelas de la serie sobre
el sistema solar, lo cual no quiere decir que yo haya adoptado esta
solución al problema.
- Que sus antepasados remotos hayan sido
sometidos a una prueba, pero no cayeron en la tentación, por lo que sus
descendientes tampoco estarían sometidos al pecado original. Esta es la
situación de la especie inteligente que puebla el planeta Venus en la
novela Perelandra: un viaje a Venus (Perelandra, Voyage to Venus), de C.S. Lewis.
- Que sus antepasados remotos hayan sido
sometidos a una prueba y cayeron en la tentación, por lo que sus
descendientes estarán sometidos al pecado original. Esta es la situación de
la especie inteligente que puebla el planeta Tierra, en la novela Esa
horrible fortaleza (That hideous strength), de C.S. Lewis, que completa la trilogía.
- La situación de la humanidad, aquí en la
Tierra, es resultado de un fenómeno global. El pecado original es consecuencia de
algo que ha infectado el universo entero, y que ocurrió mucho antes de que
dentro del universo hubiera inteligencias. En consecuencia, tanto los
seres humanos sobre la Tierra como cualquier hipotética inteligencia extraterrestre
deben estar sometidos al pecado original (o sea, todos estamos inclinados
al mal). Esta fue la solución adoptada por Pierre Teilhard de Chardin, en
dos notas que fueron enviadas al Prepósito General de los jesuitas y que no
se publicaron hasta medio siglo después en la colección Comment
je crois, traducida al español con
el título Como yo creo.
Estas notas seguramente causaron que se le apartara de la docencia en el
Instituto Católico de París y se le prohibiera publicar sus libros, aunque
sí se le permitió publicar numerosos artículos científicos. Según la
propuesta de Teilhard, el universo habría sido creado en estado de
disgregación inicial y sujeto posteriormente a un proceso de evolución que
llevaría al aumento de la complejidad hasta producir seres inteligentes,
al menos en la Tierra. El pecado original no habría sido la culpa personal
de uno o más individuos, sino que consistiría, precisamente, en el estado
de dispersión original del mundo. Esta solución no puede ser aceptada por
la doctrina católica, pues hace recaer la culpa del pecado original sobre
el Creador del universo. Sin embargo, no todas las interpretaciones del
pecado original que se adaptan a esta línea de pensamiento cometen el
mismo error que Teilhard.
Pierre Teilhard de Chardin |
¿Qué dice a este respecto la doctrina católica? Lo veremos en el próximo artículo.
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Manuel Alfonseca
Muy interesante. Creo recordar que dictó una conferencia respecto al pensamiento de Teilhard de Chardin y la pude ver en Youtube, pero ahora no sé encontrarla. ¿Tiene alguna referencia para poder volver a verla? Gracias.
ResponderEliminarEstá aquí: https://www.youtube.com/watch?v=wxotxaT8n2o&list=PLnYiu_9CJBJfZ8PIDKPk_cR8J38cOdwKT&index=7
EliminarBuenas don Manuel. Creo que en esto radica la mayor influencia de la ciencia ficción en cuanto a la cultura popular. Es decir en crear e instaurar la imagen de que los posibles extraterrestres serían seres superiores a nosotros, dejando de lado la posibilidad de que sean peores, ya sea en moral, intelecto y desarrollo tecnológico. Saludos desde Paraguay.
ResponderEliminarEn ciencia-ficción hay de todo: extraterrestres inferiores en tecnología, pero superiores en otras cosas, como los de Poul Anderson en "Star ways" o "Turning point"; extraterrestres malvados y terroríficos como los de J.H. Schmitz, los marcianos de H.G. Wells o los berserkers de Saberhagen; extraterrestres parecidos a nosotros, como los de "The aliens" de Murray Leinster o "The Hail-Mary project" de Andy Weir; y extraterrestres superiores a nosotros en ética y tecnología, como los de "The end of childhood" de Arthur Clarke, que es la que menos me ha gustado de todas las que acabo de citar.
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