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En varios artículos anteriores (véase uno) he afirmado que las teorías del multiverso no son ciencia, pues no es posible demostrar su falsedad, sino ciencia-ficción, creaciones puramente imaginativas. Una prueba de esto es que la idea del multiverso no surgió originariamente de la ciencia, sino de la ciencia-ficción. Algunas de mis lecturas de este verano me han ayudado a completar las pruebas de esta afirmación.
La forma más común del multiverso, el multiverso de la teoría M, apareció por primera vez en la literatura de ciencia-ficción en un cuento corto de Clifford Simak, publicado en 1939, que el mismo autor desarrolló después en forma de novela, Cosmic Engineers, publicada en 1950. En esta novela, los protagonistas deben enfrentarse a la invasión de nuestro universo por seres inteligentes malévolos procedentes de otro universo, que quieren destruirnos. Para defenderse, los terrestres establecen una alianza con una civilización formada por inteligencias artificiales creadas por seres extraterrestres muy lejanos que hace tiempo se extinguieron, que son quienes les avisan de la amenaza del otro universo.
Como se ve, la imaginación de Simak combinó muchos
temas de ciencia-ficción en una sola novela. La leí por primera vez en 1975,
mucho antes de que los físicos se agarraran a la idea del multiverso para
tratar de encontrar respuesta al ajuste fino, ese indicio tan potente de la
creación por parte de Dios. En cuanto a la versión supuestamente científica de
este multiverso (la teoría M), no fue formulada hasta los años noventa, a
finales del siglo XX, y divulgada por Stephen Hawking y Leonard Mlodinow en su
libro El
Gran Diseño, ya en el siglo XXI.
El multiverso cuántico es la teoría que Hugh Everett
III propuso en 1957 para conseguir que la interpretación de Copenhague de la
mecánica cuántica dejara de ser indeterminista, y yo pensaba que en este caso
la ciencia se había adelantado a la ciencia-ficción. En otro
artículo dije que esta es una de las teorías más absurdas que jamás han
pergeñado los físicos. Como se sabe, la teoría de Everett afirma que cada vez que hay un
colapso cuántico de una partícula que puede elegir entre dos estados
diferentes, el universo se divide en dos. Puesto que existe un número enorme de
partículas, y muchas colapsan cada fracción de segundo, debería haber un número
incalculable de copias de nuestro universo, con historias diferentes. Una
consecuencia de esta teoría es que todo lo que puede ocurrir, ocurre en
realidad en uno de los universos del multiverso cuántico. Se conseguiría así
que el conjunto del multiverso cuántico fuese determinista.
Hasta hace
poco pensé que la primera vez que se utilizó esta idea en la
ciencia-ficción fue en la novela de Fred Hoyle El uno de octubre será demasiado tarde (October the first is too late, 1966). Pero
este verano leí un cuento de Frederik Pohl titulado A
hitch in time, que se publicó en 1947, diez años antes de que Everett formulara su
teoría, en el que no sólo se anticipa a Everett, sino que también utiliza esa
teoría para proponer la misma solución a las paradojas de los viajes en el
tiempo que medio siglo más tarde propuso David Deutsch con marchamo
supuestamente científico. Hablé de esta solución en otro
artículo.
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Murray Leinster |
Investigando el asunto descubrí que el primer autor
de ciencia-ficción que abordó el tema puede haber sido Murray Leinster, que en
1934 publicó el cuento Sidewise in time, en el que varios universos
paralelos se superponen unos con otros provocando el caos en la Tierra. También
se le atribuye la idea a David
R. Daniels por su cuento Branches of time,
publicado el mismo año. Por lo tanto, la teoría de Everett fue ideada mucho antes por los
autores de ciencia-ficción.
Otra forma del multiverso, incompatible con las dos
anteriores, es la idea de que vivimos en una simulación, que Nick Bostrom propuso a
principios del siglo XXI, cuya ínfima plausibilidad revisé en este
artículo y este
otro. Pues bien, esta idea también fue anticipada por la ciencia-ficción.
Ignoro cuál fue la primera vez que se hizo, pero se me ocurren al menos dos
antecedentes: otro cuento de Frederik Pohl que he releído este verano (The
tunnel under the world, 1955) y un cuento de Raymond Banks publicado el mismo año, The
short ones, que leí hace mucho tiempo y me sirvió de inspiración para mi novela La
Escala de Jacob, que se publicó en 2001 aunque la escribí en 1999, varios años antes
de que Bostrom hiciera pública su absurda teoría.
Actualmente, como expliqué en otro
artículo, hay al menos nueve teorías diferentes del multiverso. Se ve que los físicos ateos
están desesperados por encontrar solución al problema que les plantea el ajuste
fino y no se dan cuenta de que la existencia de tantas teorías alternativas
sobre el multiverso, incompatibles entre sí, en vez de hacer más plausible la
existencia de un multiverso, la hace menos plausible, como señaló acertadamente
George Ellis.
Falta saber si el hecho de que estas ideas se les
ocurrieran a los escritores de ciencia-ficción mucho antes que a los físicos
influyó en estos. ¿Leyó Everett el cuento de Pohl, el de Daniels o el de
Leinster? ¿Leyeron los padres de la teoría M la novela de Simak? ¿Leyó Bostrom
mi novela? En este último caso estoy seguro de que no, pero en los otros dos no
lo descartaría, aunque seguramente jamás llegaremos a saberlo. Es posible
incluso que, aunque los autores de estas teorías se hayan visto influidos por sus
lecturas de ciencia-ficción, ellos mismos no sean conscientes de ello.
Hilo Temático sobre Multiverso y Ajuste Fino: Anterior Siguiente
Manuel Alfonseca
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