jueves, 9 de octubre de 2025

La ciencia-ficción y el multiverso

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En varios artículos anteriores (véase uno) he afirmado que las teorías del multiverso no son ciencia, pues no es posible demostrar su falsedad, sino ciencia-ficción, creaciones puramente imaginativas. Una prueba de esto es que la idea del multiverso no surgió originariamente de la ciencia, sino de la ciencia-ficción. Algunas de mis lecturas de este verano me han ayudado a completar las pruebas de esta afirmación.

La forma más común del multiverso, el multiverso de la teoría M, apareció por primera vez en la literatura de ciencia-ficción en un cuento corto de Clifford Simak, publicado en 1939, que el mismo autor desarrolló después en forma de novela, Cosmic Engineers, publicada en 1950. En esta novela, los protagonistas deben enfrentarse a la invasión de nuestro universo por seres inteligentes malévolos procedentes de otro universo, que quieren destruirnos. Para defenderse, los terrestres establecen una alianza con una civilización formada por inteligencias artificiales creadas por seres extraterrestres muy lejanos que hace tiempo se extinguieron, que son quienes les avisan de la amenaza del otro universo.

Como se ve, la imaginación de Simak combinó muchos temas de ciencia-ficción en una sola novela. La leí por primera vez en 1975, mucho antes de que los físicos se agarraran a la idea del multiverso para tratar de encontrar respuesta al ajuste fino, ese indicio tan potente de la creación por parte de Dios. En cuanto a la versión supuestamente científica de este multiverso (la teoría M), no fue formulada hasta los años noventa, a finales del siglo XX, y divulgada por Stephen Hawking y Leonard Mlodinow en su libro El Gran Diseño, ya en el siglo XXI.

El multiverso cuántico es la teoría que Hugh Everett III propuso en 1957 para conseguir que la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica dejara de ser indeterminista, y yo pensaba que en este caso la ciencia se había adelantado a la ciencia-ficción. En otro artículo dije que esta es una de las teorías más absurdas que jamás han pergeñado los físicos. Como se sabe, la teoría de Everett afirma que cada vez que hay un colapso cuántico de una partícula que puede elegir entre dos estados diferentes, el universo se divide en dos. Puesto que existe un número enorme de partículas, y muchas colapsan cada fracción de segundo, debería haber un número incalculable de copias de nuestro universo, con historias diferentes. Una consecuencia de esta teoría es que todo lo que puede ocurrir, ocurre en realidad en uno de los universos del multiverso cuántico. Se conseguiría así que el conjunto del multiverso cuántico fuese determinista.

Hasta hace poco pensé que la primera vez que se utilizó esta idea en la ciencia-ficción fue en la novela de Fred Hoyle El uno de octubre será demasiado tarde (October the first is too late, 1966). Pero este verano leí un cuento de Frederik Pohl titulado A hitch in time, que se publicó en 1947, diez años antes de que Everett formulara su teoría, en el que no sólo se anticipa a Everett, sino que también utiliza esa teoría para proponer la misma solución a las paradojas de los viajes en el tiempo que medio siglo más tarde propuso David Deutsch con marchamo supuestamente científico. Hablé de esta solución en otro artículo.

Murray Leinster

Investigando el asunto descubrí que el primer autor de ciencia-ficción que abordó el tema puede haber sido Murray Leinster, que en 1934 publicó el cuento Sidewise in time, en el que varios universos paralelos se superponen unos con otros provocando el caos en la Tierra. También se le atribuye la idea a David R. Daniels por su cuento Branches of time, publicado el mismo año. Por lo tanto, la teoría de Everett fue ideada mucho antes por los autores de ciencia-ficción.

Otra forma del multiverso, incompatible con las dos anteriores, es la idea de que vivimos en una simulación, que Nick Bostrom propuso a principios del siglo XXI, cuya ínfima plausibilidad revisé en este artículo y este otro. Pues bien, esta idea también fue anticipada por la ciencia-ficción. Ignoro cuál fue la primera vez que se hizo, pero se me ocurren al menos dos antecedentes: otro cuento de Frederik Pohl que he releído este verano (The tunnel under the world, 1955) y un cuento de Raymond Banks publicado el mismo año, The short ones, que leí hace mucho tiempo y me sirvió de inspiración para mi novela La Escala de Jacob, que se publicó en 2001 aunque la escribí en 1999, varios años antes de que Bostrom hiciera pública su absurda teoría.

Actualmente, como expliqué en otro artículo, hay al menos nueve teorías diferentes del multiverso. Se ve que los físicos ateos están desesperados por encontrar solución al problema que les plantea el ajuste fino y no se dan cuenta de que la existencia de tantas teorías alternativas sobre el multiverso, incompatibles entre sí, en vez de hacer más plausible la existencia de un multiverso, la hace menos plausible, como señaló acertadamente George Ellis.

Falta saber si el hecho de que estas ideas se les ocurrieran a los escritores de ciencia-ficción mucho antes que a los físicos influyó en estos. ¿Leyó Everett el cuento de Pohl, el de Daniels o el de Leinster? ¿Leyeron los padres de la teoría M la novela de Simak? ¿Leyó Bostrom mi novela? En este último caso estoy seguro de que no, pero en los otros dos no lo descartaría, aunque seguramente jamás llegaremos a saberlo. Es posible incluso que, aunque los autores de estas teorías se hayan visto influidos por sus lecturas de ciencia-ficción, ellos mismos no sean conscientes de ello.

Hilo Temático sobre Multiverso y Ajuste Fino: Anterior Siguiente

Manuel Alfonseca

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