¿Es limpia la energía solar?

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Hace décadas que nos vienen vendiendo la idea de que, cuando consigamos domeñar por completo la energía solar, se resolverán todos nuestros problemas para conseguir energía barata y abundante, los de la contaminación atmosférica, y los del calentamiento global.

Hace algunas décadas que vengo avisando de que este planteamiento tan optimista no es cierto. Que si fuésemos capaces de sustituir por completo la energía de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) por energía solar, algunos de nuestros problemas no desaparecerán, sólo tardarán más tiempo en volverse insostenibles, especialmente el problema del calentamiento global.

¿En qué me baso para pensar esto? En que la Tierra recibe cierta cantidad de energía solar. Una parte la aprovechan las plantas para realizar la función clorofílica, que transforma materia inorgánica en materia orgánica, lo que hace posible la vida de todos los animales, incluidos nosotros, los seres humanos. Otra parte calienta los océanos y los continentes, permitiendo a la Tierra mantener una temperatura casi constante, a pesar de las pérdidas de calor que sufre cada día por el lado opuesto al sol. Finalmente, otra parte de la energía solar es reflejada o desviada, en la atmósfera o en la superficie, y se pierde por el espacio exterior.

Supongamos que conseguimos aprovechar la energía solar para satisfacer todas nuestras necesidades energéticas. Es evidente que la obtendríamos a costa de disminuir la cantidad de energía solar reflejada o desviada, por lo que una proporción mayor de la energía solar que nos llega cada día se quedaría aquí, en la Tierra. Por lo tanto, la temperatura media de la Tierra no tendría más remedio que subir. Algo más despacio que si obtenemos esa misma energía quemando combustibles fósiles, pero a la larga la situación llegaría a hacerse insostenible.

¿Hay algún estudio que demuestre que este escenario que planteo pueda ser verdad, y no se trata de elucubraciones de una mente pesimista? Pues sí, lo hay.

Un artículo publicado en la revista Physics World informa sobre un estudio realizado por el equipo de David Sailor, de la Universidad del Estado de Arizona. Dicho estudio demuestra que las ciudades en las que se han colocado paneles solares en los tejados y azoteas de muchas casas, se calientan significativamente durante el día: su temperatura media pasa a ser mayor de lo normal. David Sailor lo explica así:

Cuando se colocan paneles fotovoltaicos sobre tejados blancos, los paneles suelen absorber del orden del 90% de la energía solar. Luego convierten parte de esa energía en electricidad, pero los paneles de que disponemos hoy sólo tienen una eficiencia del 16 al 20%. Estos paneles absorben una cantidad enorme de energía solar y convierten parte de ella en electricidad, pero se calientan porque no pueden usar toda la energía. Por lo tanto, los paneles se convierten en superficies que calientan el medio ambiente.

Para atenuar el problema, Sailor propone que se coloquen paneles reflectantes en las proximidades de los paneles solares, para que la energía solar reflejada aumente. Y parece pensar que, si consiguiéramos aumentar mucho la eficiencia de los paneles aproximándonos al 100% (que es, por supuesto, inalcanzable) el problema desaparecería por completo. Pero no se da cuenta de que, en tal caso, si casi toda la energía solar se convirtiese en electricidad, dicha electricidad acabaría, más pronto o más tarde, por convertirse a su vez en calor, por lo que el aumento de temperatura seguiría teniendo lugar, aunque de forma más distribuida, en función de dónde se utilice la electricidad. Pero el calentamiento global seguiría aumentando.

Esto no afecta sólo a la energía solar. Otro estudio más antiguo llegó a la conclusión de que, si toda la energía fuese eólica, el mundo también se calentaría, sin contar con los efectos nocivos que tienen las turbinas de energía eólica sobre la fauna, la flora y la erosión de los terrenos.

Si recordamos que toda forma de energía acaba por convertirse finalmente en calor, llegaremos a la conclusión de que la única forma de evitar el calentamiento global a largo plazo es disminuir el consumo total de energía. El hecho de utilizar fuentes renovables no cambia esta situación, aunque permitiría detener el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera y algunos otros efectos nocivos. Estas formas de energía son más limpias que los combustibles fósiles, pero no pueden ser limpias del todo, precisamente porque acaban convirtiéndose en calor.

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Manuel Alfonseca

Publicado en La Nueva Razón el 23 de febrero de 2022