Pierre Teilhard de Chardin |
En un artículo anterior he mencionado algunos de los mitos relacionados con la persecución de los científicos como consecuencia de sus ideas científicas y por motivos religiosos. Mencioné, por ejemplo, a Giordano Bruno y Miguel Servet, presentados erróneamente como mártires de la ciencia, cuando en realidad fueron perseguidos por sus ideas religiosas, no por sus actividades científicas, que en el caso de Bruno fueron prácticamente inexistentes.
En la presentación de un vídeo publicado hace poco se da publicidad a uno de estos mitos, también bastante extendido: el que afirma que Teilhard de Chardin fue reprimido por su orden jesuita por abogar por la evolución. Que esto es falso se puede deducir fácilmente del hecho de que Teilhard pudo publicar sin problemas decenas de artículos sobre la evolución de los antepasados del hombre en revistas científicas y filosóficas de impacto, sin que su orden se lo impidiera. Una de esas revistas fue Études, editada precisamente por los jesuitas. Curiosa manera de reprimirle por abogar por la evolución.
¿Qué fue
lo que realmente pasó? Es cierto que los jesuitas retiraron a Teilhard de
Chardin de la enseñanza, a la que había dedicado algunos años, y que le
prohibieron publicar sus dos libros, El fenómeno
humano y El medio divino,
que no fueron editados hasta después de su muerte. Pero no fue por abogar por
la evolución desde el punto de vista científico, sino por sus ideas sobre el
pecado original, que eran heterodoxas.
El
Génesis, primer libro de la Biblia, contiene dos relatos independientes del origen
del hombre. El primero (Gen. 1:26-30), más breve y filosófico, no detalla la forma
de la creación ni hace distingos entre el hombre y la mujer. El segundo (Gen.
2:4-3:24) está escrito en estilo mitológico y sirve de base para la doctrina tradicional
del pecado original, que puede resumirse así:
La primera pareja
humana fue creada por Dios a partir de materia preexistente, representada por
la arcilla o barro de la tierra, con que Dios moldea el cuerpo del primer
hombre. Cuando fueron sometidos a una prueba fracasaron, dejándose arrastrar
por el pecado de soberbia, el deseo de ser como dioses. Su fracaso introdujo en
el mundo el mal físico (el dolor y la muerte) y el moral (el pecado y la
inclinación al mal). Desde entonces, todos los seres humanos (con dos
excepciones) han sido concebidos en pecado original, un estado de rebelión
innata contra Dios que nos incapacita para alcanzar la salvación. Para salvar a
la humanidad caída, la segunda persona de la Trinidad divina se encarnó en
Jesucristo, quien asumió sobre sí todos los pecados del mundo. A partir de
entonces, sus méritos pueden alcanzar a todo ser humano a través del bautismo,
que borra el pecado original y reconcilia al hombre con Dios.
Para
estar de acuerdo con la doctrina católica sobre el pecado original, una teoría debe
cumplir las dos condiciones siguientes:
a)
Que la creación original estaba
exenta de culpa (en estado de gracia).
b)
Que, como consecuencia de una
desobediencia personal, la creación quedó manchada y perdió la impasibilidad
original.
Como
expliqué en otro
artículo, durante los primeros años de la década de 1920, Teilhard escribió
dos notas que permanecieron inéditas hasta su publicación en 1969 en la
colección titulada Comment je crois
(editada en español por Taurus con el título Como yo creo). Estas
notas, tituladas Caída, redención y geocentría
(1920) y Nota sobre algunas representaciones
históricas del pecado original (1922), fueron enviadas al
Prepósito general de los jesuitas en Roma, y seguramente fueron la causa de que
se le apartara de la docencia en el Instituto Católico de París.
La
solución propuesta por Teilhard de Chardin al problema del pecado original daba
lugar a problemas teológicos importantes: el universo habría sido creado en
estado de disgregación inicial y sujeto, desde el principio, a un proceso de
evolución. El pecado original no habría sido una culpa personal, sino que consistiría
en el estado de dispersión original del mundo. Esta solución no cumple ninguna
de las dos condiciones mencionadas para ser compatible con la doctrina católica.
En la interpretación de Teilhard, el universo habría sido creado desde el principio
en estado de culpa, que no podría considerarse consecuencia de un pecado
personal.
Yo he
desarrollado mi propia interpretación, que he explicado en algunos de mis
libros de divulgación, como Krishna
frente a Cristo, y la considero ortodoxa (aunque imaginativa), pero aquí no
voy a insistir en ello.
Espero que Manuel no me reprenda por aprovechar esta entrada para compartir una anécdota. La tentación de hacerlo es fuerte y mi pudor, débil. Pozoblanco (Córdoba), 1970. Trabajaba como geólogo para una empresa minera del INI. Era un apasionado de la cosmovisión de Teilhard. Con permiso de mi mujer, ofrecí a jóvenes locales unas charlas sobre lo que yo alcanzaba a entender del pensamiento de este jesuita universal. Dispuse una pizarra, de esas negras con tizas blancas, en el suelo del cuartito de estar. No sé explicarme sin dibujar las ideas que presento. Y allí acudieron como media docena de chavales con ganas de saber; se sentaron sobre cojines para evitar el frío terrazo. Escuchaban con mucha atención a este ingeniero joven venido de la capital. El padre de uno de los muchachos era guardia civil. Lo que iban a ser tres o cuatro charlas, no pasó de la primera por sugerencia de la autoridad.
ResponderEliminarO sea: ¿Fue perseguido Felipe Gómez Pallete por defender a Teilhard?
EliminarPues sí, así fue, pero, vamos, no pasó de ahí la cosa. No fui al cuartelillo. Yo creo que algo hemos avanzado, ¿no?; aquella España profunda está ya lejos, por fortuna.
EliminarEn este artículo yo no defiendo a Teilhard, sino a sus superiores. Y lo que te pasó a ti fue un encontronazo con una persona que se atribuyó una autoridad que quizá no tenía. La prueba es que todos los libros de Teilhard fueron traducidos y publicados por Editorial Taurus sin ningún problema.
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