Un lector muy fiel a mi blog, que
alaba mi forma de tratar la ciencia, en cambio rechaza el Cristianismo, y
parece que le molesta que de mis artículos se pueda deducir que yo soy católico
creyente. En una andanada de comentarios que lanzó en uno de mis artículos,
detalla sus argumentos. Allí no le contesté porque no era oportuno hacerlo,
dada la longitud de sus comentarios, que en total contienen 3346 palabras, mientras
que mi artículo sólo tiene 644 (más de cinco veces menos).
Creo que a este lector conviene calificarle
más bien como agnóstico que como ateo, como parece deducirse de estas palabras:
Divagar sobre la posible existencia de Dios
y caer del lado de "voy al 100% con que sí existe" no tiene nada de
estúpido. El universo es TAN complejo que, mientras no haya ninguna prueba en
contra, creer que puede existir alguien/algo que "diseñó" todo esto… no
se puede tachar de "pensamiento estúpido".
Creo que las diversas críticas del
lector pueden resumirse citando estas palabras, que también aparecen en su
primer comentario:
El problema viene cuando se pretende
utilizar todos estos razonamientos (que, en principio, hablan de Dios como algo
completamente etéreo e impersonal) para tratar de validar la historia de
Jesucristo, que parece que es la finalidad.
Está claro, ¿no? El lector acepta
que yo hable de Dios, pero no de Jesucristo. Al parecer, le molesta
profundamente que lo haga. He nombrado a Jesucristo en ocho artículos entre más
de 450, aunque es posible que mi cristianismo se desprenda también de artículos
en los que no le nombro. Y me acusa de tratar de llevar el agua a mi molino (o de
barrer para casa). Se trata de un caso de libro de la falacia ad hominem. Ya sabemos que a esa falacia (que
en este caso puede resumirse así: dices esto porque eres católico)
se puede responder de la misma manera: dices eso porque eres ateo, o
agnóstico, o lo que corresponda.
La mayor parte de sus comentarios
(2092 palabras) se dirige contra la posibilidad de que haya milagros, y en
particular contra el milagro de Fátima, al que he dedicado varios
artículos de este blog. Sospecho que el lector piensa que sus argumentos
contradicen lo que yo dije en esos artículos, pero en conjunto pienso que no ha
hecho más que confirmarlo. Yo dije en su momento que:
- O bien ese
hecho ocurrió de verdad, o sea, los testigos que lo atestiguan
dijeron la verdad.
- O bien el
hecho no ocurrió, y los testigos mintieron deliberadamente.
- O bien el
hecho no ocurrió, pero los testigos no mintieron, simplemente
estaban equivocados, o habían sido presa de una alucinación colectiva, o
alguna explicación equivalente.
Y añadí:
Los escépticos sostienen que el milagro fue
una alucinación colectiva, o bien un efecto óptico debido a la contemplación
del sol. Los creyentes preferimos la primera opción.
![]() |
G.K.Chesterton |
¿Y qué hace el lector? Sostener
que las únicas alternativas válidas de mi trilema son la segunda y la tercera.
O sea, lo mismo que yo había previsto que haría quien esté en su caso. Un
agnóstico o un ateo tiene que negar la posibilidad de que haya milagros, luego
tienen que adoptar forzosamente las otras dos alternativas. Un creyente dispone
de una alternativa más, la primera. (Los católicos no aceptamos automáticamente
todo lo que se nos dice que es un milagro, como demuestran los cuentos de G.K.
Chesterton agrupados en la colección La
incredulidad del Padre Brown). Luego esas 2000 y pico palabras confirman
lo que yo había previsto.
Por cierto, en el caso del
milagro de Fátima, muchos protestantes se suman a los ateos y los agnósticos
contra los católicos, porque uno de sus dogmas de partida (que la Virgen María
no puede participar en nuestra salvación) les impide aceptarlo. Lo contrario
ocurre con la resurrección de Cristo, que sí aceptan los protestantes.
Hay también alguna referencia al
otro argumento que suelen usar los ateos para negar la existencia de Dios: el
problema del mal. A este respecto dice:
Que los aviones que iban a impactar contra
las Torres Gemelas se hubieran quedado congelados en el aire a 20 metros del
impacto… hubiera sido alucinante, no hubiera habido explicación de ningún tipo
y hubiera quedado registrado en vídeo… Sin embargo eso no ocurrió… Y murieron
miles de personas. Y otras tantas sufrieron un impacto psicológico alucinante. Parece
ser que los milagros sólo ocurren para hacer tonterías intrascendentes.
Este es el problema del mal
humano, al que la respuesta usual es señalar que se está tratando de echar a
Dios la culpa del mal que hacen los hombres. O como parece que dijo Mark Twain:
Hay muchos chivos expiatorios, pero el más
frecuente es la Providencia. En este caso concreto se echa en
cara a Dios no haber realizado un milagro para evitar un acto humano de
barbarie. Otros suelen nombrar Auschwitz.
Es curioso: antes de que el
lector pusiera estos comentarios en mi blog, yo había utilizado argumentos parecidos en una discusión sobre la existencia de Dios entre dos
inteligencias artificiales en mi última novela de ciencia-ficción: Operación Viginti. El debate termina en
tablas, que es lo que suele ocurrir en este tipo de discusiones. Es casi imposible
llegar a un acuerdo, porque ambas partes del debate parten de axiomas
diferentes: uno afirma que Dios existe, el otro lo niega o lo pone en duda, y es difícil encontrar un argumento que sea capaz de convencerles.
Manuel Alfonseca